A principios del siglo XX, el radio era considerado un elemento milagroso, con propiedades curativas y rejuvenecedoras. Su brillo luminiscente y su supuesta capacidad para combatir enfermedades como el cáncer lo convirtieron en un objeto de deseo y fascinación.
Sin embargo, detrás de este encanto se escondía un peligro mortal. La exposición prolongada al radio provocaba graves problemas de salud, como la necrosis ósea, anemia y cáncer. A pesar de las advertencias de algunos científicos, la “fiebre del radio” se apoderó de la sociedad, impulsando la creación de productos radiactivos para el consumo diario.
A medida que se revelaron los peligros del radio, la “fiebre” comenzó a disminuir. Las regulaciones y campañas de concienciación ayudaron a frenar el uso indiscriminado de este elemento.
Sin embargo, abordamos también, el lamentable caso mexicano de la distribución de leche radioactiva a su población. Estos dos sucesos nos sirven como un recordatorio de los peligros de la desinformación y la búsqueda desenfrenada de soluciones milagrosas. Es importante ser críticos con la información que consumimos y tomar decisiones responsables basadas en evidencia científica.